
La forma en que nos comunicamos refleja no solo avances tecnológicos, sino también transformaciones sociales y culturales. Cada generación ha tenido sus propios códigos y maneras de interactuar, pero pocas veces hemos visto un cambio tan profundo como el que protagoniza la Generación Z. Para quienes nacieron entre mediados de los noventa y la primera década del 2000, las llamadas telefónicas ya no son el medio de comunicación central, sino una herramienta que ha adquirido nuevos significados, tiempos y reglas.
Sin embargo, lejos de interpretarlo como una falta de interés por la interacción humana, este fenómeno nos habla de una generación que ha aprendido a administrar su tiempo, a valorar la inmediatez de los mensajes digitales y a redefinir la cortesía en entornos hiperconectados. Lo que para generaciones anteriores era un gesto espontáneo —tomar el teléfono y marcar— hoy requiere en muchos casos un mensaje previo, un consentimiento y un contexto claro. Este cambio nos invita a reflexionar sobre cómo las dinámicas sociales evolucionan al mismo ritmo que la tecnología que las acompaña.
Ejemplos abundan en la vida cotidiana: jóvenes que prefieren enviar un mensaje de texto para coordinar una llamada, grupos que establecen horarios específicos para conversar por videollamada, o familias que han sustituido las largas pláticas telefónicas por breves notas de voz en aplicaciones de mensajería instantánea. Esta tendencia no significa ausencia de comunicación, sino la construcción de nuevas normas de respeto, donde la privacidad, la autonomía y el manejo del tiempo ocupan un papel central.
Las herramientas digitales de hoy han potenciado esta transformación: aplicaciones que permiten compartir ubicación en tiempo real en lugar de explicar por teléfono dónde se está; videollamadas que reúnen a personas en diferentes países con solo un clic; o incluso plataformas de colaboración que reducen la necesidad de llamadas laborales al integrar mensajería, archivos y tareas en un solo espacio. Lo que antes se resolvía en una conversación telefónica, ahora se gestiona en un entorno digital mucho más amplio y versátil.
Desde el liderazgo público y social, comprender estas dinámicas resulta esencial. No se trata de ver a la Generación Z como distante o carente de habilidades comunicativas, sino de reconocer que sus reglas responden a una nueva forma de interacción más consciente, más selectiva y profundamente marcada por el respeto a la individualidad. Políticas y programas que fomenten la convivencia intergeneracional deben considerar estas realidades, promoviendo espacios donde el diálogo cara a cara y la comunicación digital convivan en equilibrio.
Las llamadas telefónicas no desaparecerán, pero seguirán adaptándose a nuevas sensibilidades. Lo importante es entender que, detrás de estos cambios, no hay una pérdida de valores, sino la reafirmación de otros: el respeto al tiempo de los demás, la búsqueda de eficiencia y la construcción de vínculos bajo nuevas formas.
Hoy, el reto y la oportunidad están en reconocer que cada generación aporta su propio lenguaje al arte de comunicarse. Escuchar y aprender de la Generación Z nos permite construir puentes, tender diálogos y enriquecer la manera en que nos relacionamos.
Y tú, ¿Cómo has experimentado estos cambios en las formas de comunicarte con las nuevas generaciones? Te invito a compartir tu reflexión en mi página de Facebook David Villanueva Lomelí, con los Hashtags #GeneraciónZ y #NuevasFormasDeComunicación.
Como dijo Gabriel García Márquez: “La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla.”
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